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Cambiantes las razones de los presidentes para nombrar jueces federales

Conversamos con el profesor Jorge Farinacci Fernós, que analiza los nombramientos de la judicatura federal por las pasadas décadas.

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Por Daniel Rivera Vargas

En momentos en que comienza una nueva jueza en el Tribunal Supremo de Estados UnidosKetanji Brown Jackson, y que en Puerto Rico podrían ser confirmadas tres nuevas juezas federales al tribunal federal local, una mirada a los nombramientos de jueces federales por las pasadas décadas permite ver cómo estas designaciones han respondido a diversas razones que responden a realidades sociales de cada época.

«No hay una regla fija, una lección fija. Ha variado bastante por diferentes periodos históricos», aseguró el catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana de Puerto Rico y actual profesor visitante de la Universidad del estado de Nueva York en Buffalo, Jorge Farinacci Fernós.

El portal The Heritage Foundation recopiló datos sobre nombramientos judiciales en los primeros dos años de los mandatos de los presidentes desde 1980 al presente.  El actual presidente Joe Biden ha logrado 76 confirmaciones de nominados a jueces -uno de ellos siendo el juez puertorriqueño del primer Circuito de Apelaciones Gustavo Gelpí-, uno de los presidentes con más confirmaciones, solo superado en el periodo de los primeros dos años por el también demócrata Bill Clinton, con 84, y los republicanos Ronald Reagan con 78. Casi igual que Biden está George W. Bush, con 76.

Los presidentes que menos confirmaciones lograron en esos primeros dos años fueron Barack Obama, con 42, aunque una de ellas fue la puertorriqueña Sonia Sotomayor en el 2009 al Tribunal Supremo; George Bush, padre, con 57; y Donald Trump le sigue con 52, aunque la influencia de este presidente sí hizo sentir más que otros al lograr en solo cuatro años tres confirmaciones al Supremo federal y solidificando una mayoría conservadora en el último intérprete de la ley federal en Estados Unidos.

Farinacci Fernós contó que en la primera mitad del siglo XX los presidentes solían enfocarse en que el candidato tuviera las cualificaciones necesarias, por lo que muchos jueces del Supremo ni siquiera enfrentaban vistas públicas.

«Antes de la época del 60, el tribunal no intervenía mucho en circunstancias de carácter nacional. No había un ‘nuevo trato’,  no se debatían los derechos civiles, así que quien estaba en el Tribunal Supremo no era el asunto más importante para el presidente. No tenían el mismo poder e influencia que tienen hoy. Por eso antes, cuando se nombraba a un juez del Supremo, lo que se buscaba era que estuviera capacitado. Las vistas duraban un día o no había vistas, eran básicamente unánime. Eso fue hasta principios de los 90. La jueza (Ruth Bader) Ginsburg, ella sacó 97 votos a favor, porque se planteaba que una persona que fuera competente, con eso era suficiente para su confirmación. Eso hoy día no existe», sostuvo Farinacci Fernós.

El profesor indicó que, en esos primeros años del siglo XX, uno de los factores que los presidentes consideraban eran variedad geográfica. Es decir, se buscaba que un juez del sur fuera sustituido por otro juez de esa misma región del país. También, había una consideración religiosa, como por ejemplo, que por mucho tiempo se estableció lo que se llamaba «silla judía», por lo que un juez de origen judío era sustituido por otro de ese linaje.

«No es algo anti semita, así se le decía. Cuando se retiraba el juez judío, se remplaza por otro», sostuvo.

El profesor recordó que en los primeros siglos del Supremo federal todos los integrantes del foro eran hombres blancos y protestantes.  Gradualmente, eso fue cambiando, añadiendo a jueces de la raza negra y mujeres, y variando la extracción religiosa. De hecho, para los noventa o principios del siglo XXI solo había jueces de creencia judía o católica y no había un solo protestante en el alto foro federal.

También los «hitos» son importantes para los presidentes. Por ejemplo, Lyndon B. Johnson nombró al primer afroamericano en Thurgood Marshall; Ronald Reagan nombró a la primera mujer, Sandra Day O’Connor; y con el nombramiento de Antonin Scalia se nombró no solo a un conservador sino «al primer italoamericano». La nueva jueza del Supremo, Brown Jackson, bajo Biden, es celebrada por ser la primera mujer afroamericana en la historia. Y los aspectos históricos no solo son importantes en el tema del Supremo.

«Era la idea de romper la falta de diversidad. Antes el Supremo tenía nueve hombres blancos protestantes», sostuvo.

La Casa Blanca de Biden, cuando anunció la nominación de Gina Méndez Miró para el Tribunal federal para el Distrito de Puerto Rico, resaltó que era la primera mujer abiertamente integrante de la comunidad LGBTTIQ+ a ser nombrada en el distrito.

Además de la composición social, los jueces federales comenzaron a intervenir en temas de mayor relevancia social, y como fueron nombrados por estar cualificados para el puesto, comenzaron a emitir decisiones que podían ser contradictorias con la manera de pensar del presidente o el partido que los nominaba, explicó Farinacci Fernós.

«El caso famosísimo fueron los nombramientos de (el presidente republicano) Dwight Eisenhower, que nombró al gobernador de California, Earl Warren, y William Brennan, quien llega porque era de New Jersey y esa área era importante para la política republicana. Era algo bastante transaccional. Obviamente, Warren y Brennan se convirtieron en las principales voces de la revolución (jurídica) del 70, la de segregación, aplicar las leyes federales a acciones estatales, la protección a la libertad de expresión como con la quema de la bandera, de las garantías procesales a los acusados de delito. Incluso, está la famosa anécdota de que años después de dejar la presidencia, alguien le preguntó a Eisenhower si cometió algún error y respondió ‘sí, dos. Y ambos están en el Supremo'», sostuvo.

Opiniones contrarias al partido

Esa mentalidad de que lo que importaba eran las cualificaciones y las opiniones podían ser contrarias a la del partido que los nombró se dio por varios años. Por ejemplo, dijo Farinacci Fernós, «Harry Blackmun fue nombrado por Richard Nixon, y él fue autor de Roe v. Wade, la decisión que hasta hace poco garantizaba el aborto; John Paul Stevens fue nombrado por el republicano Gerald Ford y fue uno de los más liberales del siglo XX, incluso más liberal que los demócratas».

«Y el que te nombrara demócrata no te hacía liberal, el juez White fue nombrado por Kennedy, y era bastante conservador», relató Farinacci Fernós. «Nombraban gente cualificada y a dios que reparta suerte», agregó.

Eso comenzó a cambiar con Ronald Reagan, una época en la que se interpretó que el tribunal se excedió en algunos casos, como abolir la pena de muerte e incluso el aborto, y esto da paso a que nazca la filosofía del originalismo, que se le atribuye a un procurador general de Reagan de nombre Edward Meese, no como un método sofisticado legal, sino «para nombrar jueces conservadores», según Farinacci Fernós.

El tema del aborto fue fundamental en estos cambios. Era algo muy importante para sectores conservadores y, cuando una corte dominada por jueces nombrados por presidentes republicanos decidió en Casey mantener la protección federal al aborto, entonces para algunos se convirtió en casi un requisito que, para ser considerado al Supremo federal, tenías que ser antiaborto.

Grupos conservadores evaluaban a los posibles jueces, en gran medida, a base de su posición con relación al aborto. Trump se comprometió con uno de ellos, el Federal Society, a nombrar jueces que estuvieran avalados por ellos, que eran antiaborto. De hecho, los tres jueces nombrados por Trump (Neil Gorsuch, Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett) votaron en Dobbs en contra del derecho al aborto, dijo el profesor.

Aun con estos matices de los tiempos actuales, en el siglo XXI no siempre un juez nombrado por el presidente de un partido vota cónsono con la ideología de ese presidente. Este fue el caso, por ejemplo, de Neil Gorsuch, quien escribió la opinión que mantuvo protecciones antidiscrimen contra miembros de la comunidad LGBTTIQ+, dijo el profesor.

En los otros niveles de la judicatura federal, como las cortes de distrito o el apelativo, la vara es diferente. Esto permite que un juez cualificado tenga apoyo casi unánime para un cargo apelativo, pero cuando llega a ser considerada para el Supremo algunos senadores que la apoyaron antes, ahora le votan en contra, que fue lo que le pasó, por ejemplo, a la jueza Brown Jackson, expresó Farinacci Fernós.

Los demócratas han anunciado mucho en sus redes sociales que Biden con sus nombramientos promueve la diversidad. Farinacci Fernós comentó que eso tiene un elemento político porque los demócratas son en parte una coalición electoral que incluye en gran medida a sectores marginados.

Dijo que también es conocido que las diversas administraciones conversan con los líderes políticos de sus partidos en cada distrito o circuito antes de hacer una nominación porque se toma en cuenta el elemento político.

Curiosamente, a nivel estatal el tema ideológico, si son liberales o conservadores, no suele ser objeto de debate entre los políticos dominantes locales, ya sea los del Partido Popular Democrático (PPD) o el Partido Nuevo Progresista (PNP).

Esto se presta para que, por ejemplo, la gobernadora Sila M. Calderón haya nombrado a alguien con una visión más liberal, como Liana Fiol Matta y alguien algo más conservadora, como Anabelle Rodríguez Rodríguez, dijo el profesor.

Igualmente, Luis Fortuño colocó entre sus nombramientos a Luis Estrella Martínez, quien surge en sus opiniones con una mentalidad más liberal que otros de sus compañeros en el estrado.