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Cuando todo es inteligencia artificial, nada lo es

Escribe sobre el tema Lcdo. Jean G. Vidal Font  (Ferraiuoli LLC).

Las columnas deben enviarse a mad@corp.microjuris.com y deben ser de 600-800 palabras. 

Por Lcdo. Jean G. Vidal Font  (Ferraiuoli LLC)

Hoy día, es difícil leer una noticia sin que se mencione una novedad sobre la inteligencia artificial, ChatGPT o algún derivado o versión de herramientas de «AI» (por sus siglas en inglés). Similar a lo que fue la explosión digital a finales de los noventa, cada publicación menciona cómo la herramienta de AI de la hora va a revolucionar todo lo que hacemos. ¿Hay algo de cierto o estamos ante el canto de una sirena?

A modo de trasfondo, la AI no es algo nuevo. El campo de inteligencia artificial comenzó tan pronto comenzó la programación de computadoras, ciertamente con cada año creciendo de manera gradual (por unas décadas) y exponencial (en recién décadas). Los algoritmos de AI ya llevan tiempo integrados a muchas herramientas que usamos a diario, sin necesariamente llevar el nombre. Algo tan sencillo como texto predictivo en aplicaciones o páginas de internet es un ejemplo de AI, sin decir nada de la tecnología detrás de muchos de los procesadores que llevan usando los automóviles, aviones y otra maquinaria sofisticada. Pero ¿qué cambió? La accesibilidad de los algoritmos mismos y su portabilidad, y ahí es donde está la ilusión que debemos evitar: cantidad sobre calidad.

Herramientas como ChatGPT o Gemini, por un lado, o MidJourney, por otro, son herramientas que crean contenido e información de manera rápida y sin requerir mucha sofisticación del usuario. Lo que antes requería conocimiento de programar en «assembly code» o C++, ahora solo requiere un navegador e instrucciones en inglés o español. ¿De dónde se nutren dichas herramientas? Del contenido de terceros. En eso entran los varios litigios que hay actualmente sobre violación de propiedad intelectual, ya que muchas de estas herramientas entrenan sus algoritmos, no con información propietaria de ellos, sino con información de terceros, muchas veces sin la autorización adecuada. En el afán de crear herramientas más accesibles, los proveedores han recurrido a utilizar información de terceros, que no siempre esta propiamente verificada y validada. ¿El resultado? Ya hemos visto casos en donde ChatGPT se «inventa» jurisprudencia, citaciones y extractos de «decisiones judiciales» que luego resulta que no existen (siendo la consecuencia, sanciones severas a los abogados que la utilizaron).

De la misma manera, herramientas de AI visuales, como MidJourney, le prometen al usuario poder evitar el gasto de un diseñador gráfico, lo que entonces crea el riesgo de que la imagen creada sea un derivativo de una obra (u obras) existentes (como ya se reclama en varios litigios). El otro riesgo que presenta el uso o mal uso de herramientas como éstas (de imágenes, o igual sonido/audio) es que la Oficina de Derechos de Autor de los Estados Unidos (U.S. Copyright Office) ha determinado que obras creadas por plataformas de AI no son susceptibles a poseer derechos de autores. Entonces, si un competidor le «roba» la imagen que usted publicó y creó con una herramienta de AI, ¿puede demandar por violación a derechos de autores? No. Entonces, ¿Dónde está la ventaja?

Los comercios y profesionales deben tener mucha cautela con las herramientas de AI que se están propagando. No es que la innovación sea nefasta, lejos de eso. La democratización de la inteligencia artificial será un hito exponencial en el desarrollo de la economía del conocimiento, pero igual que paso con los «dot-coms» en los principios de los 00’s, habrá una explosión de opciones con poca calidad antes de que tengamos menores opciones con mejor calidad. En esta etapa, lo importante es evaluar bien cada solución, sopesar los riesgos legales, y evitar caminar al mar a ciegas persiguiendo el canto de la sirena.

Las columnas deben enviarse a mad@corp.microjuris.com y deben ser de 600-800 palabras.