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Un consejo de la jueza Anabelle Rodríguez Rodríguez para la persona que ocupe la vacante

Por Daniel Rivera Vargas

La persona que sea designada para ocupar la novena silla judicial del Tribunal Supremo de Puerto Rico (TSPR) debe tener muy en cuenta la soledad que representa el cargo y deber contar con mucha paciencia para enfrentar el proceso decisional del que comenzará a ser parte, explicó a Microjuris.com la jueza Anabelle Rodríguez Rodríguez, quien hasta el 24 de diciembre de 2020 ocupó dicha silla.

Por disposición de la sección 10 del artículo V de la Constitución de Puerto Rico, las juezas y los jueces enfrentan un retiro obligatorio a los 70 años, edad que cumplió la jueza asociada el pasado jueves, día de Noche Buena.

Cuando se le pidió a la jueza que le diera un consejo a la persona que ocupe la vacante que deja en el Supremo, Rodríguez Rodríguez lo repensó un poco porque «sería un poco arrogante de mi parte decirle a quien la gobernadora tenga a bien nombrar, decirle, darle algún consejo».

Sin embargo, luego usó su experiencia personal para hacer un llamado a la prudencia de la próxima persona que se integre al Tribunal Supremo.

«Supongo que la persona designada, escogida, sabrá de qué se trata el trabajo en el tribunal. Lo único que podría decir es, si es alguien que no ha estado en la judicatura, es que debe saber que la función de un juez, la vida de un juez, en muchas ocasiones es bien solitaria. Porque tiene que tener mucho cuidado de que con su comportamiento no ponga en tela de juicio su imparcialidad sobre los asuntos que va a tener ante su consideración. Y eso supone una autolimitación de lo que uno hace públicamente», explicó.

«Yo, por ejemplo, no tengo cuenta en Twitter y en Instagram mucho menos, precisamente porque las expresiones públicas nuestras deben ser las mínimas, y eso de verdad requiere ponderación», dijo la jueza en la entrevista, concedida dos meses antes de su salida por lo que se desconocía quien sería la persona nominada por la gobernadora Wanda Vázquez Garced.

En su caso, el ajuste a esa nueva vida solitaria fue difícil, recordó.

«Te puedo decir que, por ejemplo, a mí llegó el momento que —al jurar en el Tribunal Supremo, comencé el 19 de agosto del 2004—, en diciembre yo me estaba volviendo loca porque las amistades que yo tenía —muy pocas, dicho sea de paso— ni siquiera me llamaban. Porque muchas de estas personas eran abogados y no querían ponerme en una posición incómoda. Y el teléfono en mi oficina no sonaba. De estar en un Departamento de Justicia, que el teléfono sonaba demasiado, a un lugar donde tú no tienes con quién hablar y además el teléfono no suena para hablar con nadie», contó.

«Tuve que llamar a mis amistades y les decía ‘yo no me morí, yo me fui a trabajar a Puerta de Tierra, al Tribunal Supremo. De cualquier manera, en tus casos yo no voy a intervenir, así que podemos salir a almorzar de vez en cuando’», sostuvo.

«Pero son autolimitaciones que uno se impone con muchísimo gusto por el trabajo que uno desempeña», agregó la jueza.

Como parte de sus reflexiones ante esta nueva etapa de su vida, la jueza también invitó a la persona que ocupe la vacante a que tenga mucha paciencia, porque en cuerpos colegiados como el Tribunal Supremo, se tiene que esperar mucho para ver si se asume la postura que preparó algunos de los jueces asociados.

«La diferencia entre un cuerpo colegiado y un juez de instancia es que la decisión que se va a tomar, a fin de cuentas, no depende de uno. El juez superior ve el caso, estudia, lo evalúa y toma su determinación. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. El cuerpo colegiado tiene que esperar y escuchar a los demás, en el caso del apelativo son tres y en el Supremo, nueve. Y esto toma tiempo», indicó.

¿Y qué va a extrañar?, se le preguntó.

«A mis oficiales jurídicos, a mi personal de la oficina. Mis oficiales jurídicos todos han sido extraordinarios jóvenes y el estar en contacto con la juventud es bueno. Esa interrelación con esos estudiantes, esos jóvenes abogados porque ya se han graduado cuando uno los contrata. Eso me hará falta. Yo no hubiera dejado ir a ninguno de ellos. Se convierten en parte de la familia extendida de uno», indicó la jueza Rodríguez Rodríguez, quien desea escribir libros y dedicarse a dar clases en la nueva etapa de vida.

Como exhortación final, la jueza hizo un llamado a las y los juristas del país, a los que visten la toga como los jueces y las juezas y a las que están al otro lado, las abogadas y los abogados.

Escucha parte de la entrevista a la jueza Rodríguez Rodríguez.

También llamó a las personas que ven en el derecho una herramienta de justicia.

Les dijo:

«Regreso a los romanos, que lo sabían todo, particularmente en el derecho. Un jurista muy destacado, Cumpiano, decía que el derecho tiene que servir siempre a la justicia. Y la justicia, sus bases principales. Y esta es mi exhortación, no solo a los jueces sino aquellos los que vemos en el derecho el vehículo para mejorar la calidad de vida de nuestros conciudadanos. El derecho consta de tres valores fundamentales: vivir honradamente, no hacer daño a nadie y dar a cada cual lo suyo. Creo que si como jueces y abogados nos ajustamos a esos tres valores y tenemos como norte hacer realidad ese mandato de la búsqueda de la justicia en el derecho, o poner el derecho al servicio de la justica, tendremos a fin de cuentas un mucho mejor país», afirmó la jueza Rodríguez Rodríguez.

Nota de la editora: Esta fue la tercera y última entrega de la entrevista con la jueza Anabelle Rodríguez Rodríguez.

La primera entrega: Hon. Anabelle Rodríguez Rodríguez: un granito de arena para aportar calidad a la justicia

La segunda entrega: Hon. Anabelle Rodríguez Rodríguez y los momentos complejos que enfrentó en el Supremo

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